El neurocientífico americano Paul McLea es el creador de la teoría evolutiva de los tres cerebros: el neocortex, el sistema límbico y el reptiliano. El cerebro más antiguo es el cerebro reptiliano que es el que posee las capacidades instintivas básicas relacionadas con la supervivencia, el deseo sexual, búsqueda de comida, lucha o huida.

Parece ser que actúa cuando el cuerpo se lo pide, es incapaz de aprender, para él no existe pasado ni futuro, solo el presente (el ahora mismo) y no piensa ni siente emociones. Es la impulsividad en estado puro.

El cerebro reptiliano funciona por el mecanismo de estímulo-respuesta.

Pues bien, toda este “rollo” sobre el cerebro reptiliano es para poneros en situación del caso que quiero exponer, que bien podría parecer el título de una novela de Sherlock Holmes: El caso de la mujer y la maleta.

Xavi y yo estábamos esperando para embarcar en un avión de una compañía de bajo coste con logo azul y amarillo (de la que no hace falta hacer publicidad). Si bien alguien puede pensar que cuando viajas por trabajo vuelas en business no siempre es posible y en esta ocasión sólo disfrutamos de embarque prioritario para no sufrir por la ubicación de nuestras maletas (que visto lo visto…). Esto nos permitió poder ver de muy, muy….muy cerca todo lo ocurrido, y cómo no, como neuronerds analizarlo desde el punto de vista neurocientífico.

Volviendo al tema, estábamos esperando en la cola de embarque cuando vimos que las azafatas empezaban a medir maletas que a simple vista muchos teníamos la percepción de que medían más de 55x40x20 (que son las medidas de equipaje de cabina permitidas).

A ver, que a mi me parece que ni 22, ni 23… son 20, pero bueno, por lo visto esto nos lo parece solo a unos cuantos porque hubo una señora que aunque su maleta sobresalía 3 centímetros de lo permitido se puso muy testaruda en que su maleta entraba.

La escena era todo un espectáculo que juntamente con otras 50 personas estábamos observando expectantes y creo que a más de uno sólo le faltaban las palomitas.

La señora estaba nerviosa porque (atención) el sistema de medición de la compañía (una estructura metálica con las medidas permitidas) le estaba rayando la maleta y la azafata, muy calmada y educadamente, le dijo que esa maleta no cumplia con las medida permitidas y que debería hacérsela facturar pero que la dejaría subir.

La señora le contestó en una actitud desprecio enorme “haz lo que te dé la gana” cogiendo el móvil y mirándolo furiosamente. La azafata prosiguió “cálmese que lo que le estoy diciendo es que si le facturo la maleta le costará 50 euros” a lo que la señora prosiguió con la misma frase y actitud “que hagas lo que te dé la gana”.

Yo creo que la mayoría estábamos flipando: la azafata le estaba intentado ahorrar la facturación y la señora parecía que buscaba que le cobraran el doble… al final, la azafata, después de intentar durante un buen rato que la señora se calmara, le acabó facturando la maleta ya que estaba haciendo esperar a 120 personas por ello. Pero además, la señora, molesta por tener que facturar, empezó a hacer fotos de la maleta (que sobresalía) para poner una reclamación a la compañía.

Pues bien, una vez la maleta fue facturada, analizamos lo ocurrido desde la irracionalidad del comportamiento de las personas.

Pero vamos a ver, si la estrategia de la señora era que le dejaran subir la maleta a la cabina, está claro que no le funcionó… ¿qué pasó entonces?

Elemental querido lector; nuestra teoría es que la señora se sintió amenazada en el momento en que le hicieron comprobar el tamaño de su maleta y se sintió observada por un montón de personas. En ese momento su cerebro reptiliano se activó en función “lucha”, fruto del “secuestro de la amígdala”.

El secuestro de la amígdala o “Amygdala Hijack” es un término acuñado por el psicólogo Daniel Goleman para explicar este tipo de reacciones emocionales incontrolables. Nos volvemos irracionales porque la amígdala asume el mando en nuestro cerebro y toda la capacidad estratégica se pierde, en este caso, el objetivo de no tener que facturar la maleta.

Otra de las teorías que comentábamos antes de subir al avión era que ante la evidente falta de razón de los argumentos de “la señora de la maleta”, al verse expuesta delante de tanta gente, ésta prefirió seguir en sus trece que cambiar de opinión. ¡Incluso haciendo fotos que siguieran poniendo en evidencia que su maleta no cabía! Lo que en ajedrez vendría a ser un enroque vaya…

Personalmente, Xavi comentó que podría tratarse de un caso de “backfire effect”. Para la señora, la posible rayada de su “preciosa y amada” maleta era más importante que medir si la maleta entraba completamente en el que según ella debía ser un “estúpido y desagradable cacharro para medir maletas de la compañía”.

Una clienta, una azafata, una aerolínea de bajo coste, una cola de pasajeros esperando para embarcar y tres teorías antes de poner el pie en el avión… quién no se divierte es porque no quiere.

¿Eres la siguiente señora de la maleta?


Escrito por Sílvia Cubo y Xavi Sarda

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